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El misterio de la familia Gill: por un nuevo testigo, podrían realizar excavaciones

¿Están enterrados? Tras 15 años de silencio, podría resolverse el misterio. Un contratista rural se animó a contar que el dueño del campo le hizo cavar pozos a Gill 20 días antes de que la familia desapareciera de forma muy extraña. Señaló dos lugares que ayer fueron corroborados por el juez y el fiscal.
Apareció un nuevo testigo en la causa que investiga la desaparición misteriosa de la familia Gill, cuyos seis integrantes vivían en la estancia La Candelaria de Crucecitas Séptima, en el departamento Nogoyá, y cuyo paradero se desconoce desde 2002.

Las novedades tuvieron lugar en el mismo campo, propiedad de Alfonso Goette, quien falleció el año pasado, y donde podrían realizarse excavaciones. "Realizamos una medida de allanamiento y registro ayer por la tarde, a partir de las 16.30 más o menos", confirmó a los medios el juez de Garantía y Transición de Nogoyá, Gustavo Acosta.
"Este nuevo testigo nos brindó un dato. No hubo una declaración testimonial de él todavía; tuvimos una declaración informal. Nosotros ubicamos a esta persona y nos entrevistamos con él y en base a eso después dispusimos el allanamiento, ubicando determinados lugares. Es una persona que era contratista con el dueño del establecimiento, un contratista rural", precisó el magistrado.
En el procedimiento encabezado por Acosta intervino también el fiscal Federico Uriburu, personal de Criminalística de la Policía, y la mamá de la esposa de Gill, más el nuevo testigo. “Esta persona le tenía miedo a Goette, y ahora, con Goette muerto, se animó a hablar. Nos marcó los dos lugares donde él vio a Gill haciendo unos pozos, veinte días antes de desaparecer. Nos señaló una estructura de hormigón, fuimos y efectivamente estaba, y también señaló un lugar en el arroyo donde Gill debió hacer un pozo”, contó una fuente judicial a la prensa.
EXCAVACIONES
"Pudimos corroborar los lugares señalados pero es un tema que está muy en en sus inicios, recién es un primer paso; esto va a llevar bastante tiempo, no queremos generar grandes expectativas, es un dato a trabajar", dijo el juez Acosta a esta Redacción.
Consultado sobre el plazo en el que podrían comenzar las excavaciones en La Candelaria, el juez de Nogoyá manifestó: "Yo creo que vamos a estar un par de meses". Y explicó: "Primero hay una dependencia de las condiciones climáticas. Haremos la consulta a los técnicos para ver si se puede realizar en este momento o es mejor esperar al verano para que sequen estos lugares, eso depende de un análisis técnico que iremos a requerir a la gente que sabe".
En referencia a los lugares a ser excavados, Acosta sostuvo: "hay uno donde sí existe un pozo y otro donde en esa época iba a realizarse un pozo, esos son los datos que nos brindó esta persona. Uno sigue estando ahí y en el otro hay que excavar para ver si ese pozo existe realmente".
EL CASO
José Rubén "Mencho" Gill, de 56 años en aquel momento; su esposa, Margarita Norma Gallegos, de 26, y sus hijos, María Ofelia, de 12; Osvaldo José, de 9; Sofía Margarita, de 6, y Carlos Daniel, de 2, desaparecieron a principios de 2002.
La familia completa vivía en La Candelaria, el campo donde el hombre trabajaba como peón rural de Goette. Mecho Gill fue visto con vida por última vez en el velorio de un amigo el 13 de enero de 2002, en Viale.
Tres meses después de su desaparición, el 3 de abril, recién el dueño del campo, Alfonso Goette, fue a la casa de Luisa, una hermana Gill, y preguntó ellos. Allí, dijo que habían salido de vacaciones y nunca habían regresado. La familia no le creyó y piensa que el fallecido estanciero fue el responsable de la desaparición.
En el galpón que funcionaba como casa de la familia dentro de La Candelaria, no había indicios de que hubieran salido de vacaciones, porque allí estaban sus documentos, ropa, pertenencias. Además, la esposa de Gill dejó sueldos sin cobrar en la escuela donde trabajaba.
En principio la Justicia le creyó a Goette y su historia de las presuntas vacaciones. Luego, un año y medio después de la desaparición, ocurrieron las primeras pericias en el campo, pero sin resultados positivos. También se tomaron testimonios y hubo control en las fronteras. Siempre sin datos.
María Adelia Gallegos, madre de la esposa de Gill y abuela de los niños, opina que “el error es buscarlos vivos, porque ellos ya están muertos y enterrados”. “Para mí tienen que buscar donde vivían, en el campo de Alfonso Goette”, le dijo al diario La Acción de Nogoyá.