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El arzobispo de Paraná dijo el cilicio de las monjas es “un alambrecito” que solo “molesta”

El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, minimizó la gravedad del uso de los cilicios entre las novicias del convento de Nogoyá. “Es un alambrecito finito que tiene salidas tipo pinche, que no entran a la piel, sino que molesta”.
La Justicia abrió una causa luego de que la revista “Análisis” publicara los testimonios de excarmelitas que denunciaron la existencia de tormentos, privación de la libertad y la imposición de la autoflagelación como modo de sumisión. Puiggari negó todo y relativizó las flagelaciones. Y cuestionó el proceder del fiscal, al que reprochó haber volcado el asunto para el lado del “escándalo”.
De los cilicios que utilizan las carmelitas, Puiggari explicó que se trata de “un alambrecito finito que tiene salidas tipo pinche, que no entran a la piel, sino que molesta. Y después, unas cintas, con las cuales a veces se pueden golpear. Esto es aprobado por la Santa Sede. Pero no se lastiman”.
Incluso esgrimió el derecho a la libertad sobre sus cuerpos. “Por qué no podemos dejarles a ellas la libertad? Puedo no estar de acuerdo. Pero ¿por qué no respetamos la libertad de ella. Es un acto privado”, argumentó
Declaraciones del fin de semana
Dos ex carmelitas descalzas del convento de Nogoyá declararon el pasado viernes por espacio de casi seis horas ante el fiscal Federico Uriburu y ratificaron lo denunciado, en torno a los excesos y los tormentos físicos y psíquicos a los que eran sometidas.
Las testimoniales se concretaron en sede de la Procuración General del Superior Tribunal de Justicia y fueron supervisadas además por la procuradora adjunta, Cecilia Goyeneche.
Todo indicaría que el fiscal seguiría avanzando en caratular la causa por privación ilegítima de la libertad, como así también la aplicación de tormentos y la reducción a la servidumbre.
Según consignó Análisis Digital, una de las ex religiosas es de Paraná Campaña y estuvo más de diez años en el convento; la otra ex hermana es de la costa del Uruguay y transitó por casi 25 años el lugar religioso de Nogoyá.
Las testimoniales comenzaron cerca de las 19 y finalizaron a las 0.30 aproximadamente. Ambas brindaron un pormenorizado detalle de cómo era la vida en el convento y contaron el martirio que tuvieron que soportar, en particular de la máxima autoridad del lugar.
A su vez, reconocieron los cilicios y flagelos (látigos con varias puntas) secuestrados en el allanamiento realizado en la mañana del jueves, cuando le fueron exhibidas por el fiscal Uriburu.
Como las reglas de un club
El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, no encuentra objeciones a la rutina carmelita en Nogoyá. Una vez a la semana, los días viernes, las 18 monjas que viven enclaustradas in aeternum, se someten a castigos corporales, ora utilizando un látigo, ora acudiendo al cilicio.
“Es la constitución de ellas. Cuando entrás a un club, te dan las reglas. Vos las aceptas o no. Algunas te parecen sensatas y otras te parecen ridículas. Pero las aceptás porque sos adulto. Acá pasa lo mismo. Las mujeres que ingresan, aceptan esa regla. Yo tengo una opinión personal sobre esa constitución, pero no decido yo.
–¿Cambiaría algo de esa regla?
–Yo modificaría algunas cosas. Pero tampoco creo que sea la ultra opinión. Yo confío mucho más en la sabiduría de la Santa Sede, que conoce la realidad de toda la iglesia universal. Pero entiendo que es difícil de comprender.
–¿Va a hacer su propia investigación sobre lo que pasa en Nogoyá?
–Lo voy a hacer para tranquilidad de las familias de las religiosas que están ahí. Pero para eso tengo que esperar las indicaciones de Roma. Pero yo no considero que estemos hablando de delito. Yo quiero saber qué de lo que hacen las monjas está tipificado como delito. Nadie me lo explica.
–¿Usted había hablado con exreligiosas del convento?
–El obispo está acostumbrado a recibir quejas de todo el mundo. Pero siempre tengo que ver si tiene fundamento para intervenir.
Después de escuchar el testimonio de este caso, hablé con mi superior. Y quedamos en hacer algo para averiguar. Pero nunca se mencionaron casos con esta gravedad que se está hablando. No hay violencia de género, no hay torturas, no hay privación ilegítima de la libertad.
–La Iglesia se opone a la ligadura de trompas en la mujer, porque dice que se mutila el cuerpo. Pero eso es algo que decide voluntariamente una mujer, igual que en el convento. ¿Por qué la Iglesia condena la ligadura?
–Es otro caso. Es un caso distinto. Pero acá no es que se destrozan. No lo he visto, no lo sé; es algo de la disciplina, termina la piel con un poquito rojo, que se le va enseguida. No hay clavos. El cilicio era práctica muy común en la Iglesia.
–¿Sigue siéndolo?
–No lo sé, porque el que lo hace, no lo dice.
Fuente: El Diario